Para llegar al lugar existen varias alternativas:
* En auto particular;
* En ómnibus (pero hay que caminar 5 km desde la ruta hasta el ingreso a las ruinas);
* En Remises que te esperan 1 hs y media.
* En la excursión “La Otra historia”, una propuesta guiada de 5 hs de duración en la que un nativo diaguita relata con minuciosidad de detalles la triste vivencia que sufrieron sus antepasados, Los Quimes.
La visita a las ruinas se inicia en el museo donde además se proyecta un documental que cuenta la historia de los pueblos que habitaron antiguamente esas tierras. Luego se inicia el ascenso a las ruinas.
Quienes realizan la excursión se llevan grandes conocimientos sobre los hechos que se sucedieron en el lugar, las costumbres y forma de vida de los pobladores y de la resistencia que ejercieron a la conquista durante mas de un siglo. Otra de las ventajas es que el ascenso se realiza por el lugar con mejores vistas.
El terreno no es apto para personas con problemas motrices debido a la gran cantidad de escalones y desniveles.
Se recomienda llevar ropa y calzados comodos, y agua.
En el ingreso se cobra un bono contribución.
Hay puestos de venta de productos regionales y souvenirs.
Info sobre las ruinas: +54 9 381 577-6414
La administración de estas tierras, que fueron devueltas por
la corona española a los pueblos originarios en 1716, está a cargo de un gobierno indígena compuesto por un cacique y
un consejo de ancianos.
Los Quilmes fue el último pueblo en ser vencido por los
conquistadores, ya que ejerció una gran la resistencia. Después de 130 años de
sufrimiento, dolor, guerra y muerte; los españoles pudieron derrotarlos y fueron
llevados a pie a diferentes regiones, incluyendo Buenos Aires. Esto fue
considerado un gran genocidio.
En épocas pre-incaicas ya existían en la región sociedades organizadas. Según estudios arqueológicos, pueblos nómades de cazadores y recolectores ocupaban la zona del infiernillo desde hace más de 10 mil años.
En 1200 de nuestra era, existían pueblos sedentarizados,
dedicados a la agricultura y organizados en sociedades centralizadas.
En 1480 llegaron los Incas y la región se incorporó al
Collasuyo (parte sur del imperio incaico) que se extendía hasta Mendoza por el
cordón altoandino. La invasión Inca duró 50 años. En ellos se perdió la
libertad de trabajo (se debía pagar un tributo al imperio Inca) y las personas
eran sacadas de sus tierras y trasladadas para poder controlarlas mejor.
En esa época los incas impusieron el quechua como lengua
oficial por lo que se perdió la lengua originaria del diaguita (etnia que
habitaba y habita la región). Dentro de los diaguitas había una subdivisión que
eran los Calchaquies. Su lengua
originaria era el Cacán: una lengua oral derivada del aimará.
Los héroes de la historia de los pueblos originarios en la
región fueron tres caciques:
El primero se llamó Calchaquí. El unió los pueblos que hoy
forman parte de Catamarca, Tucumán y Salta. Tras varios años de combate,
Calchaquí murió y surgió uno de los guerreros más duros que tuvo la conquista,
el cacique Chelemin, también apodado “El Tigre de Los Andes”. Éste fue tomado
prisionero y murió descuartizado. Sus miembros fueron esparcidos en todo el
Valle. Su cabeza terminó expuesta en lo alto de una plaza en La Rioja como
advertencia de lo que iba a suceder si continuaba la revolución. A finales de
1665 apareció un tercer cacique: Iquin.
Para ese entonces, un militar español que era gobernador de
Tucumán: Alonso de Mercado y Villacorta, como buen estratega de guerra, decidió
sitiar a los pueblos originarios cortándoles el agua y la comida, sabiendo que
por hambre y sed bajarían de las montañas.
Madres y niños descendieron primero y fueron torturados con la finalidad de incitar a los caciques y guerreros a rendirse. Debido a la presión de ver sufrir a sus familiares, estos decidieron pactar la rendición y ahí se produjo el desterramiento. Algunos fueron llevados a pie a Bolivia, otros a La Rioja, Catamarca, Santa Fe y un grupo de cerca de 2600 personas a Buenos Aires. En esos 1600 km muchos murieron y varios se suicidan. Solo unos 800 llegaron a la reducción exaltación de la Santa Cruz de De los indios Quilmes.
En un censo realizado en 1810 se buscó identificar cuántas
etnias existían en el Virreinato del Río de la Plata y para entonces ya no
figuraban Quilmes o Calchaquies.
Una de las razones era que las mujeres habían realizado un
pacto de no procrear para que los descendientes no siguieran sufriendo maltrato
y esclavitud. Además, por descripciones de los españoles, se supo que muchos
murieron por enfermedades relacionadas con los cambios climáticos y el desarraigo.
Con bastante posterioridad, mediante investigaciones, se
comprobó que no todos habían fallecido; que un reducido grupo había logrado
escapar hacia Los Andes y regresaron 50 años después. Fue Iquin, quien en el
último enfrentamiento a finales de 1665, logró sacar a madres y niños a las
montañas.
El padre Barzana, conocido como el apóstol diaguita, ingresó
por el actual territorio de Chile, cruzó Los Andes y llegó a la gobernación en
Tucumán para informar de la presencia de los Calchaquies en las altas montañas
y solicitar que se les devolviera una porción de sus tierras.
La corona española accedió a restituir un trozo del territorio que les habían sacado a los Quilmes con la finalidad de evitar todo ánimo de rebelión.
Las únicas exigencias que les impuso fueron que dejen pastar libremente las ovejas y mulas del gobernador en el Valle y que se convirtieran a la religión católica, aunque los Calchaquies, a escondidas, continuaron practicando sus creencias religiosas. La aceptación de esas condiciones fue lo que les permitió a los pueblos originarios ser los dueños de esas tierras y que los gobiernos no tengan ningún tipo de autoridad en ellas.
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